martes, 14 de octubre de 2025

CONSECUENCIAS NEGATIVAS E INTERMINABLES DE LAS ADOPCIONES ILEGALES EN ECUADOR

                             

Según el estudio de línea base “Dimensión Naturaleza y Entorno de la explotación sexual”,
se estima que 5.200 niñas, niños y adolescentes son explotados sexualmente, y que la búsqueda
de los padres después de la desaparición de un niño se complica cuando son trasladados a otros
países. El sector más vulnerable está entre la población indígena donde infantes de entre
4 a 17 años, son los más susceptibles a ser secuestrados. 

La adopción ilegal tiene consecuencias negativas interminables, padres que nunca se recuperan
por la pérdida de sus hijos y el incremento de las mafias dedicadas a este tipo de negocio
mientras que niños viven prácticamente infiernos al ser explotados por personas que no tienen
ningún tipo de remordimiento en sacar provecho de los infantes. 

Al hablar de mafias, no se extrañe que estas funcionan más en organizaciones religiosas,
sobre todo, las que se presentan como defensores de la niñez, los valores familiares y presumen
defender la fe cristiana. Algunas incluso han apoyado a dictaduras en las cuales madres fueron torturadas y asesinadas, mientras sus hijos fueron dados en adopción como un gran negocio.
Los y las autoras de este macabro negocio aducen que es preferible que haya pasado eso 
a que los países en los que ellos actuaron se hayan vuelto comunistas. 

Un ejemplo de estos casos es la vida de Francisco Guayasamin.  Su madre biológica, Inés Lossa, lo dejó al cuidado de las religiosas del Buen Pastor en el Hogar Rosa Virginia a los pocos días de haber nacido. El nació en diciembre de 1965.


Según afirmó Inés Lossa,  ella lo visitaba una vez al mes. La religiosa encargada de su cuidado general era sor Magdalena Rueda. Sin embargo, en 1970, repentinamente fue adoptado de manera ilegal y desapareció de su rastro. 

Francisco fue entregado a la pareja conformada por Alfredo Guayasamín Cevallos y Gulnara Lourdes Oliva Báez. Al investigar ellos jamás realizaron los trámites de adopción. Los esposos Guayasamín – Oliva se presentaron ante las monjas y ante el resto como personas de altos valores morales e incluso uno de ellos, presumió haber estudiado hasta tercer año de medicina, para de esa manera garantizar que Francisco estaría en buen recaudo, cuando la realidad es que nunca lo hizo y de los altos valores morales, todo era una apariencia. 

Alfredo Guayasamin trabajaba como cajero en el Banco La Previsora en el Centro de Quito, mientras que Gulnara Oliva era contadora en la empresa Sudamericana de Brochas.

Según contó Inés Lossa, cada vez que ella iba a averiguar sobre el paradero de Fancisco, las religiosas le decían que fue adoptado por una familia extranjera que le quiere mucho y le trata bien. Primero le dijeron que estaba en España, y luego en Europa.  Luego de que Francisco cumpliera 15 años, Inés dejó de buscarlo. 

Aunque la realidad es que Francisco nunca salió del país y desde el principio el trato hacia él por parte de sus padres adoptivos fue agresivo, las penurias y angustias de Francisco se vuelven más fuertes al morir Alfredo Guayasamín por un cáncer de páncreas causado en gran parte por su alcoholismo y tabaquismo. 

En 1977, después de la muerte de Alfredo Guayasamín, los maltratos físicos y psicológicos por parte de su madre adoptiva se hacen más fuertes en el interior de la privacidad de la casa, aunque hacia afuera ella afirma ante su entorno que amaba a Francisco y que lo trataba muy bien.  Francisco ante una amenaza de ella, debido a que descubre que él es gay, decide irse de la casa en diciembre de 1987.
Sin posibilidades económicas, arrienda una pequeña habitación en una casa para estudiantes.

En este tiempo al investigar, Francisco se entera que cuando estudiaba en la Academia Militar Ecuador en su adolescencia, le prohibían recibir visitas de cualquier otra persona a menos que sea la de su madre adoptiva o su representante. 

Al contactarse con la familia de su padre adoptivo y contarles que ya no vive con Gulnara, los problemas de la herencia salen a la luz.   Se enteró que antes de morir, Alfredo Guayasamin lo había reconocido como su hijo legitimo. Esto hace que él haya pasado a ser heredero de él ante la herencia de su abuelo, pero esta herencia fue reclamada por Gulnara Oliva cuando Francisco tenía 12 años, aduciendo que era para su manutención y estudios. También se enteró que el 50% de la propiedad
que le pertenecía a él cuando Alfredo murió, lo había vendido a Gulnara Oliva Báez, cuando él tenía
18 años, apenas cumplió la mayoría de edad. En la escritura de venta, la firma de Francisco había sido falsificada. 

Francisco no siguió ninguna acción penal en contra de Gulnara Oliva, ya que no había papeles que certificaran su adopción y al ser reconocido como hijo propio de esta pareja, las leyes ecuatorianas prohíben que un hijo demande a sus padres. 

Francisco denunció este atropello ante la prensa, e inmediatamente se dio cuenta que había más personas, tanto hijos adoptivos que habían pasado lo mismo, como madres que estaban buscando
a sus hijos que desaparecieron en lo que ahora llaman casas de acogida, que son lugares pertenecientes
a comunidades religiosas donde madres solteras eran ayudadas hasta que den a luz. 

Lo sucedido hizo que Francisco decidiera ayudar a las madres que han perdido a un hijo por estos motivos, y a hijos adoptivos que andan buscando sus raíces, ya que sospechan que fueron adoptados ilegalmente o vendidos por estas redes. El descubrimiento fue negativo, gran parte de sus investigaciones dio como resultado que la religiosa en la que él más confiaba y amaba, Madre Magdalena Rueda, vendía niños y era experta en adopciones ilegales.

Francisco sabe que la vida de una familia que desconoce el paradero de uno de sus miembros nunca vuelve a ser la misma. Ahora revisa cada uno de sus años de vida y en cada uno recrudece la impotencia de no haber sido informado de su situación como lo son muchos de los que fueron adoptados sobre todo en la década de los sesenta hasta los noventa del siglo pasado y salieron de estas casas de acogida administradas por religiosas. 

Igual que esta historia, hay niños que corren la misma suerte, muchos desaparecen y son llevados a otros países para darlos en adopción, sin saber a qué clase de familias serán entregados. Algunos tienen la suerte de que sus padres adoptivos tienen un alto grado de responsabilidad en cuanto a su crianza, mientras que otros son sujetos a todo tipo de abusos y como están en el extranjero y no tienen a nadie a quien reclamar, y tienen que callarse, enfermarse emocionalmente y terminar aceptando una vida que prácticamente es un infierno del cual no saben cómo salir. 

Redacción Actualidad: actualidad@telegrafo.com
Actualización del caso: Francisco Guayasamin 


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